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Dasht-e-Barchi maternity, West Kabul
Memoria internacional 2020

Dashte Barchi: un ataque contra las madres hazaras

El 12 de mayo de 2020, hombres armados atacaron la maternidad de MSF en el hospital de Dashte Barchi, en Kabul (Afganistán), y mataron a 24 personas, entre ellas 16 madres, una matrona de MSF y dos niños.  

Temiendo que pacientes y personal volvieran a ser atacados, tomamos la dolorosa decisión de retirarnos del hospital a mediados de junio. Los agresores, cuyo brutal y despreciable ataque nos obligó a cerrar nuestros servicios de maternidad y neonatología, han dejado a mujeres y bebés sin atención médica esencial en un país que tiene una de las peores tasas de mortalidad materna y neonatal del mundo. En 2019 solamente, nuestros equipos asistieron 16.000 partos en Dashte Barchi; ha sido, hasta su cierre, uno de nuestros mayores proyectos de atención materna.

Nuestros pensamientos están con las víctimas de este horrible incidente, sus familias y el personal de salud en Afganistán, que sigue trabajando para salvar vidas a pesar de los numerosos ataques.

A continuación, ofrecemos los testimonios de dos personas que estaban trabajando en Dashte Barchi en el momento del ataque. 

Aquila, matrona de Afganistán

La primera vez que trabajé para MSF fue en 2003, en la provincia de Bamiyán. Cuando MSF se retiró temporalmente de Afganistán en 2004, seguí desempeñando mi labor en el sector de salud en otros lugares.

Al abrir MSF el proyecto en Dashte Barchi, en noviembre de 2014, fui una de las primeras personas en incorporarme, al principio como matrona y luego como supervisora de este servicio en las salas de ingreso, dilatación y partos. Después de eso, me convertí en instructora de matronería, cargo que seguí desempeñando hasta el día del ataque.

Dashte Barchi es un área con mucha población. La mayoría de las personas que viven aquí vienen de otras provincias y pertenecen a los estratos más pobres de la sociedad. La gran mayoría de ellas son de etnia hazara.

La maternidad ofrecía buenos servicios para mujeres embarazadas; había salas de dilatación y posparto, una unidad neonatal, un banco de sangre, un laboratorio y un quirófano, y se ofrecía promoción de la salud y planificación familiar. Era uno de los pocos lugares que brindaba atención médica gratuita y de calidad a todo el mundo, sin importar su etnia, religión o nacionalidad. Cuidábamos muy bien a las pacientes y sus bebés. Por este motivo, muchas mujeres venían a este hospital para dar a luz. Asistíamos entre 45 y 50 partos todos los días, algunos de los cuales eran complicados.

Cuando dejamos de hacer capacitaciones debido a la COVID-19, comencé a ayudar en otros departamentos, por ejemplo, en la supervisión del triaje de pacientes con sospecha de COVID-19. Si alguien presentaba síntomas, lo llevábamos a una sala de aislamiento. 

El día del ataque comenzó como cualquier otro. Fui a trabajar y planifiqué mi día durante el trayecto. A las nueve de la mañana, fui a la entrada a recoger el informe del turno de noche. Me di cuenta de que faltaba el libro de registros y fui a la oficina a por uno. De pronto, oí disparos. Al principio, pensé que venían de la calle, porque no podía imaginarme que vinieran de dentro del hospital. Al entrar, me encontré con un grupo de colegas y nos miramos con gran desconcierto. En ese momento, sonó la alarma y fuimos a la habitación de seguridad. Cerramos la puerta tras comprobar que la mayoría de nosotros estábamos dentro. Los disparos se acercaban cada vez más y resonaban más fuerte. Nos preguntamos qué estaba pasando, por qué atacarían el hospital cuando estábamos allí para traer nuevas vidas al mundo; la mayoría de personal eran mujeres y atendíamos a embarazadas y bebés recién nacidos.

Los disparos se acercaban cada vez más y resonaban más fuerte. Nos preguntamos qué estaba pasando, por qué atacarían el hospital cuando estábamos allí para traer nuevas vidas al mundo; la mayoría de personal eran mujeres y atendíamos a embarazadas y bebés recién nacidos”. Aquila, matrona de Afganistán

El ataque comenzó a las diez menos diez de la mañana y duró unas cuatro horas y, durante cinco, permanecimos en las habitaciones seguras. Se nos pasaron por la cabeza muchos pensamientos: “Puede que no vuelva a ver a mi familia, a mis hijos”, “este podría ser el último momento de mi vida...”. Pensaba en mis colegas y en las pobres pacientes que estaban de parto y en los niños inocentes que no podían defenderse. Dado que mi trabajo me llevaba a cada parte del hospital todos los días, podía imaginarme a las pacientes en el paritorio y en la sala de dilatación. Cada una de ellas se me apareció rápidamente. Después del tiroteo, supimos que habíamos perdido a una de nuestras matronas, Mariam, así como a varios niños y a varias madres que habían venido con la esperanza de tener un parto seguro. Varios colegas, pacientes y acompañantes de estas últimas habían resultado heridos. Aquello nos enfureció. Cada vez que pienso en ello, siento enojo y tristeza.

La decisión de MSF de dejar el hospital fue aún más dolorosa. Fue casi tan impactante como el ataque. No puedo juzgar esta decisión, pero sé que afectará mucho a la gente de Dashte Barchi porque, todos los días, los servicios de MSF salvaban a muchas madres que estaban en riesgo de morir. La salida de MSF no solo afectó a las pacientes, sino también al personal del hospital, gran parte del cual todavía está desempleado. Para mí, para mis colegas y para la gente de Dashte Barchi, este fue un día oscuro que no se olvidará.

Aman Kayhan, coordinador adjunto del proyecto de Kabul

Vivo en Dashte Barchi y trabajo en MSF desde 2017.

Dashte Barchi está en el oeste de Kabul. Tiene alrededor de un millón y medio de habitantes. Las personas de esta zona tienen dificultades para acceder a los servicios públicos, especialmente a la atención médica. El hospital que fue atacado es la única instalación pública en esta área. Con el tiempo, la cantidad de hospitales privados ha aumentado, pero la mayoría de las personas no pueden pagarlos. Mientras MSF estaba en la zona, las mujeres podían buscar atención para sus problemas obstétricos y ginecológicos. Sin embargo, después del ataque, MSF decidió irse y la vida empeoró para la población. El hospital de Dashte Barchi reanudó sus operaciones sin MSF el 25 de junio de 2020, pero no tiene suficiente personal cualificado y no puede cubrir las necesidades de todas las mujeres; por ejemplo, ya no admite a pacientes con complicaciones. La calidad de la atención no es la misma.

La situación de seguridad en torno a Dashte Barchi se ha deteriorado desde 2017, ya que el área está más expuesta a las amenazas del brazo local del Estado Islámico, el ISK. En los últimos tres años, este grupo ha atacado un centro educativo, un centro religioso y un salón de bodas. Todo lo que quedaba era el hospital y, lamentablemente, también fue atacado.

El 12 de mayo de 2020, como de costumbre, asistíamos a la reunión matutina para conocer la información más reciente sobre la situación en el barrio. Pensábamos que las cosas podrían estar tensas en Kabul, porque habían arrestado a dos miembros clave del ISK. La reunión terminó y, sobre las diez menos diez, mientras hablábamos con un representante del Gobierno en mi oficina, oímos disparos. Creí que era un tiroteo entre ladrones y policías. Un minuto después, sonó la alarma del hospital y corrimos a las habitaciones de seguridad.

Cada vez que oíamos una explosión, pensábamos que los atacantes estaban haciendo explotar las habitaciones seguras una por una y que pronto llegaría nuestro turno. Eran las cuatro de la tarde cuando las fuerzas de seguridad finalmente pudieron rescatarnos”. Aman Kayhan, coordinador adjunto del proyecto de Kabul

Lo primero que hice fue llamar a la Policía y pedir ayuda. Dijeron que enviarían a una patrulla, pero les dije que, a la vista de lo que estaba sucediendo, no sería suficiente.

Cada vez que oíamos una explosión, pensábamos que los atacantes estaban haciendo explotar las habitaciones seguras una por una y que pronto llegaría nuestro turno. Eran las cuatro de la tarde cuando las fuerzas de seguridad finalmente pudieron rescatarnos.

Incluso contar la historia de esas cinco horas me resulta doloroso. No esperaba sobrevivir. Pensaba en qué les pasaría a mis dos hijos si me mataban. Fue muy angustioso.

En 2020, tuvimos que lamentar la muerte de varios pacientes y colegas en otros ataques directos a centros de salud o en episodios de violencia intercomunitaria, en los que otras personas resultaron heridas. Nuestra capacidad de prestar asistencia médica se vio comprometida en varias ocasiones. A continuación, mencionamos algunos de estos incidentes.

En enero, intrusos armados mataron a varios pacientes en el Hospital Al Zaura, al que MSF da apoyo en el suroeste de Yemen, país devastado por la guerra; el personal y los pacientes de ese hospital han sufrido al menos 40 incidentes violentos desde 2018. Un mes después, un enfermero resultó herido cuando hombres armados dispararon contra una ambulancia de MSF claramente señalizada en Muyuka, en la región Suroeste de Camerún. En la misma región, un trabajador comunitario de salud que trabajaba con el apoyo de MSF fue asesinado en julio. La intensa violencia entre comunidades en Sudán del Sur nos obligó a suspender nuestras actividades en Pieri (en el estado de Junqali) en mayo, después de que uno de nuestros colegas sursudaneses muriera y otros dos resultaran heridos. En junio, también tuvimos que suspender nuestros servicios en la zona de Pibor de ese país, cuando miles de personas, entre ellas el personal de MSF, huyeron al monte para salvar la vida.

En mayo, soldados del Ejército de Sudán entraron por la fuerza en un centro de salud apoyado por MSF en la ciudad de Rokero, en el estado de Darfur Central; en este incidente, uno de nuestros enfermeros resultó herido de gravedad.

En República Democrática del Congo, nuestros equipos en Kimbi y Baraka, en la provincia de Kivu Sur, concretamente en el territorio de Fizi, tomaron la difícil decisión en diciembre de poner fin a la mayor parte de su apoyo a la atención médica. Esto se produjo tras la retirada de la mayoría del personal de MSF de Fizi en julio, debido a varios incidentes violentos.

A finales de diciembre, uno de nuestros colegas sanitarios murió a causa de sus heridas tras un tiroteo en un camión de transporte público en la ciudad de Grimari, en la prefectura de Ouaka, en República Centroafricana. 

La violencia se ha cobrado un precio muy alto en la población de muchos lugares en los que trabajamos, y cada ataque a centros médicos o personal de salud la priva de una atención muy necesaria, que a menudo podría salvar muchas vidas.

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