Ha pasado medio siglo desde que, en 1971, un puñado de voluntarios de Médicos Sin Fronteras (MSF) dieran los primeros pasos para ofrecer asistencia médico-humanitaria; en 2021, más de 63.000 personas continuaron con esa labor y brindaron atención urgente en más de setenta países.
Trauma y tragedia en Tigray (Etiopía)
En 2021, pocos lugares necesitaban más que Etiopía la presencia de personal médico dedicado a tareas vitales. El conflicto constante en la región de Tigray, en el norte del país, se tradujo en una devastación generalizada: cientos de miles de personas tuvieron que desplazarse y quedaron en terribles condiciones, sin recibir alimento, agua o asistencia médica. En marzo, informamos de que apenas uno de los siete centros médicos de la región que habíamos visitado a lo largo de un periodo de tres meses estaba plenamente operativo; al resto les faltaba personal y suministros o habían sido atacados y saqueados de forma sistemática.
Por desgracia, nuestros equipos en Tigray no se libraron de la violencia. En junio, nuestro conductor Tedros Gebremariam Gebremichael, nuestro coordinador asistente Yohannes Halefom Reda y nuestra coordinadora de emergencias María Hernández Matas fueron brutalmente asesinados. Seguimos sin saber con certeza quién lo hizo y por qué, y no hemos dejado de trabajar para encontrar respuestas para sus familias. Los echamos de menos y seguimos llorando su pérdida.
Entre la violencia, las limitaciones de acceso y los problemas administrativos, Tigray ha sido hostil con el trabajo humanitario. Desde agosto de 2021, solo un equipo de MSF pudo trabajar en la región y, al acabar noviembre, ni uno solo pudo hacerlo ya. Esto se debió a dos hechos: nuestra decisión de retirarnos tras los asesinatos de nuestros compañeros y la imposibilidad de llevar suministros y apoyar a nuestros equipos. A finales de julio, las autoridades ya habían ordenado a la sección holandesa de MSF que suspendiera sus actividades en Etiopía durante un periodo de tres meses. Los ataques desde los medios de comunicación, tramados deliberadamente contra las ONG en general y contra MSF en particular, y combinados con la falta de respuestas sobre el asesinato de nuestros colegas, dificultaron enormemente la continuidad de nuestras actividades en Etiopía. Durante ese periodo, solo pudimos seguir trabajando en una región del país, aparte de las actividades desarrolladas en el vecino Sudán para asistir a los refugiados etíopes.
Asistir a las personas atrapadas en conflictos políticos
En febrero, un golpe militar contra el Gobierno de Myanmar complicó nuestras operaciones, ya que no pudimos enviar ni equipos para llevar a cabo nuestras actividades ni dinero para pagar al personal ni suministros para los programas. Estas dificultades tuvieron un impacto masivo en nuestra capacidad de brindar ayuda a quienes la necesitaban.
En Afganistán, en agosto, tras retirarse las fuerzas de la coalición, el Emirato Islámico de los talibanes tomó el control de Kabul, en la que fue la última etapa de una rápida recuperación del poder en el país tras el colapso del Gobierno. Los equipos de MSF se quedaron durante estos acontecimientos. Desde entonces, han seguido brindando una atención que es ahora más necesaria que nunca para responder a las enormes necesidades médicas, ya que los donantes internacionales retiraron su financiación y el país ya no puede acceder a los activos y fondos congelados. Esta espantosa situación se agravó en la segunda mitad del año, cuando la sequía y una crisis económica cada vez más profunda comenzaron a cobrarse su precio: a nuestros programas empezaron a llegar más y más niños con desnutrición.
La pandemia entra en su segundo año
Mientras la pandemia de COVID-19 continuaba en su segundo año, nuestros equipos ampliaron sus actividades para responder a brotes particularmente graves en Siria, Yemen, Perú, India, Brasil, Sudáfrica y Venezuela, entre otros. Trabajamos en la prevención y control de infecciones, así como en la atención directa a los pacientes. Además, en hospitales de países como Yemen y Lesoto, donamos suministros de oxígeno y colaboramos en su administración; el oxígeno es esencial en el tratamiento de enfermos graves y en muchos lugares la escasez era crítica.
Con la llegada de las vacunas contra la COVID-19, nuestros equipos comenzaron a trabajar en campañas de vacunación en varios países, como Líbano, Túnez y Eswatini. La Campaña de Acceso a medicamentos vitales de MSF siguió defendiendo la necesidad de distribuir equitativamente las vacunas e impulsar su producción mediante exenciones a la propiedad intelectual. Sin embargo, la inoculación a menudo fue un desafío y no solo debido a las patentes y la escasez del suministro: la implementación era costosa, las vacunas generaban dudas, hubo resistencias en parte del personal y circulaba mucha información errónea (cuando había). Algunos países además tenían que abordar problemas de salud más apremiantes y, por lo tanto, no consideraban que vacunar contra la COVID-19 fuera una prioridad. Respondimos a estas dificultades con campañas de promoción de la salud tanto en los proyectos como online.
Atención a migrantes en sus peligrosos viajes
En 2021, nuestros equipos presenciaron un fuerte aumento en el volumen de personas que atravesaban el Tapón del Darién, una franja de selva remota y sin caminos en la frontera entre Colombia y Panamá; es la única vía terrestre que conduce hacia el norte. Además de los peligros naturales de la selva, como puedan ser los desprendimientos de tierra y las crecidas de los ríos, a menudo las personas migrantes caen en manos de bandas criminales y de traficantes de personas; son habituales los robos, las palizas, las violaciones e incluso los asesinatos. Brindamos atención a quienes salían de la selva del lado de Panamá, principalmente migrantes de Cuba o de Haití (aunque también hemos visto a personas procedentes de África occidental). Independientemente de su origen, quienes pasan por el Darién, y se dirigen hacia el norte en busca de una vida mejor en Estados Unidos, aún tienen que hacer frente a la peligrosa ruta que atraviesa México.
En la segunda mitad del año, la Unión Europea acusó a las autoridades bielorrusas de facilitar el desplazamiento de migrantes y solicitantes de asilo hacia las fronteras de Polonia y Lituania. La crisis se hizo política; se levantaron vallas en la frontera y las autoridades polacas hicieron retroceder a quienes intentaban cruzar. Estas personas quedaron literalmente varadas, en condiciones lamentables, en el frío, mientras Bielorrusia las seguía empujando hacia la frontera. En Bielorrusia, ofrecimos atención médica y humanitaria en los lugares a los que teníamos acceso; también intentamos trabajar en Polonia, aunque lo dimos por imposible al finalizar el año, ya que las autoridades no nos otorgaban acceso.
En Libia, la grave violencia perpetrada contra migrantes y refugiados en los centros de detención nos hizo suspender nuestras actividades en Trípoli entre junio y septiembre. Las terribles condiciones dentro del país continuaron obligando a estas personas a intentar cruzar el Mediterráneo central, la ruta migratoria más mortífera del mundo. En 2021, mantuvimos nuestras operaciones de búsqueda y rescate en un nuevo barco alquilado, el Geo Barents.
Las enfermedades y los desplazamientos persisten en el Sahel
La vida de las poblaciones de la región del Sahel siguió deteriorándose en 2021, ya que la violencia se propagó aún más por Burkina Faso, Mali, Níger y Nigeria, y causó nuevas olas de desplazamiento. Dentro de los campos, la gente quedó expuesta a otros peligros, como epidemias y enfermedades causadas por las malas condiciones de saneamiento e higiene.
En el noroeste de Nigeria, el recrudecimiento de la violencia, especialmente en los estados de Zamfara y Katsina, obligó a miles de personas a cruzar la frontera con Níger, y allí nuestros equipos atendieron a una cantidad sin precedentes de niños con desnutrición grave. Tanto en el propio Níger como en otros países de la región, también respondimos a brotes de malaria, sarampión y meningitis, enfermedades que son particularmente letales en los pequeños desnutridos.
Ni siquiera se respetó la atención médica: en enero, una ambulancia de MSF fue atacada por hombres armados en la región central de Mali, a consecuencia de lo cual falleció uno de los pacientes que estábamos trasladando al hospital.
Crisis en las comunidades debido a la violencia crónica
La violencia y el conflicto que persistían en varios países en 2021 llevaron a situaciones de miseria y crisis constantes para las personas y para comunidades enteras.
La población del noreste de República Democrática del Congo (RDC), especialmente la de las provincias de Kivu Norte, Kivu Sur e Ituri, lleva décadas viviendo niveles de violencia a menudo horribles. En Kivu Norte, además del duodécimo brote de Ébola registrado en el país y la devastadora erupción del volcán Nyiragongo, hubo enfrentamientos, con frecuencia intensos, entre el Ejército y los grupos armados, de forma que comunidades enteras tuvieron que huir y se dispersaron en diferentes direcciones. Muchas personas han terminado malviviendo como desplazadas, en asentamientos donde las condiciones son terribles y donde las enfermedades transmisibles y la violencia sexual y de género son frecuentes.
En la provincia vecina de Ituri, ni siquiera nuestros equipos fueron inmunes a la violencia; a finales de octubre, atacantes desconocidos tomaron como blanco a un convoy de MSF e hirieron a dos miembros de nuestro personal. Esta agresión nos obligó, primero, a suspender nuestras actividades y, después, a cerrar nuestros proyectos en dos zonas de salud en las que la población dispone de muy poca atención médica.
La situación política, económica y de seguridad en Haití se deterioró considerablemente en 2021, con el asesinato del presidente en julio y otro terremoto devastador en agosto. Las calles de la capital, Puerto Príncipe, fueron tomadas por bandas armadas, de forma que los secuestros, la violencia e incluso los asesinatos se volvieron moneda corriente. Debido a que las calles eran tan peligrosas, quienes residían en estas zonas se quedaron a menudo sin atención médica.
En Camerún, continuó la violencia extrema en las regiones angloparlantes del Noroeste y el Suroeste, lo que dejó a muchas comunidades con poco o nulo acceso a la atención sanitaria. En Noroeste, donde no había más ayuda humanitaria disponible, la retirada obligada de nuestros equipos –a causa de la suspensión en curso por parte de las autoridades camerunesas– no hizo más que ensanchar la enorme brecha en los servicios médicos en esta zona golpeada por la violencia armada.
Nuestros equipos trabajaron respondiendo a las enormes necesidades médicas de las comunidades afectadas por la violencia crónica o persistente en lugares como la provincia de Cabo Delgado (en Mozambique), República Centroafricana y varias regiones de Sudán del Sur.
Emergencias causadas por condiciones climáticas extremas
Ya fuera por la emergencia climática o no, en 2021 nuestros equipos respondieron a las consecuencias generalmente desastrosas de las condiciones meteorológicas extremas.
Unas graves inundaciones afectaron a Sudán del Sur por tercer año consecutivo. Los campos de personas desplazadas de Bentiu y Mayom volvieron a anegarse; nuestros equipos proporcionaron atención médica de emergencia y artículos de primera necesidad, como lonas de plástico y mosquiteras. El aumento de las lluvias causado por el cambio climático provocó también inundaciones en algunas áreas de Níger, incluida la capital, Niamey; por segundo año consecutivo, atendimos a cantidades inusualmente altas de pacientes con malaria y desnutrición en Niamey, una zona donde llevamos veinte años trabajando.
En el otro extremo, la falta de lluvias y la sequía en partes de Somalia exacerbaron el periodo de escasez entre cosechas (o hunger gap). En Madagascar, la deforestación empeoró una sequía ya devastadora y la cosecha fue mala. En estos lugares, nuestros equipos respondieron a elevados niveles de desnutrición.
Resultados prácticos para la TB
A finales de octubre, anunciamos resultados positivos preliminares de TB Practecal. Este ensayo clínico, cuyo propósito es mejorar el tratamiento de la tuberculosis resistente a los medicamentos (TB-DR), demostró que casi nueve de cada diez pacientes se curaron con un régimen de medicamentos totalmente oral de seis meses. Esta es una mejora notable con respecto al régimen estándar de dos años, que solo cura a la mitad de los pacientes e implica dolorosas inyecciones diarias (que a menudo tienen efectos secundarios importantes). Estos resultados han alentado a la Organización Mundial de la Salud a actualizar sus recomendaciones para el tratamiento de la TB-DR.
Estamos inscribiendo a pacientes para el ensayo endTB-Q, que procura ampliar la investigación para revolucionar el tratamiento de las cepas más resistentes de la TB-DR. A pesar de este avance, la tuberculosis sigue siendo una enfermedad desatendida, cuyo tratamiento a menudo está mal adaptado a las necesidades de los enfermos. Urge investigar más para definir protocolos más cortos y tolerables y para desarrollar tratamientos y diagnósticos pediátricos adecuados.
El 22 de diciembre de 2021, celebramos el cincuenta aniversario de la creación de MSF por parte de un grupo de médicos y periodistas en París. Tras medio siglo de humanidad, nos siguen guiando nuestros principios fundamentales de independencia e imparcialidad, además del espíritu humanitario que inspiró a nuestros fundadores.
* Directores de Operaciones de MSF - Ahmed Abdelrahman, Dr. Marc Biot, Akke Boere, William Hennequin, Dr. Sal Ha Issoufou, Christine Jamet, Teresa Sancristoval.