Guerra, violencia, desastres naturales, brotes de enfermedades, inflación creciente y espiral de precios. Todos estos son factores que contribuyeron a un aumento general de las necesidades de las personas a las que atendimos en 2022 gracias a cerca de 63.000 miembros del personal de Médicos Sin Fronteras (MSF) en 78 países del mundo.
Violencia en Haití
La situación política, económica y de seguridad altamente volátil en Haití se deterioró aún más en 2022, lo que dejó al país al borde del colapso. Sin embargo, generó poca atención o ayuda a nivel internacional. Debido a los niveles extremos de violencia en la capital, Puerto Príncipe, algunas comunidades quedaron atrapadas y sin acceso a alimentos, agua y atención médica. Aunque logramos la aceptación de las bandas armadas que gobiernan barrios enteros, a menudo atacan a la gente en las calles y secuestran al personal médico con casi total impunidad.
Nuestro hospital de traumatología en Tabarre y dos centros de estabilización en Turgeau y Carrefour, barrios de la capital, se desbordaron en muchas ocasiones por la gran cantidad de pacientes que llegaban con lesiones relacionadas con la violencia, en particular durante el aumento significativo de los combates en mayo. Nuestro hospital de Drouillard, en el barrio Cité Soleil, con frecuencia queda en medio de la lucha territorial de los grupos armados y la violencia en 2022, muchas veces intensa, obligó a suspender nuestras actividades médicas allí varias veces a lo largo del año. Actualmente, Haití es uno de los países más desafiantes para MSF en términos inseguridad para nuestro personal y para los suministros.
Escalada de la guerra en Ucrania
Desde que la guerra comenzó en Ucrania, en 2014, hemos estado presentes en el este del país y hemos dado apoyo a las personas atrapadas en el conflicto. Sin embargo, el 24 de febrero de 2022, nuestros equipos quedaron desconcertados por la drástica intensificación del conflicto tras los ataques a gran escala de las fuerzas rusas en todo el país. De inmediato, aumentamos nuestra respuesta proporcionando personal y materiales, así como capacitando a cirujanos y trabajadores sanitarios ucranianos para ayudarlos a manejar la gran afluencia de pacientes heridos. También asistimos a las personas que decidieron quedarse en sus hogares, a las que se fueron a otros lugares del país y a la gran cantidad de personas que eligieron buscar refugio en países vecinos como Polonia, Moldavia, Bielorrusia y Rusia, proporcionándoles atención médica y mental.
La escalada de la guerra generó numerosos desafíos a la hora de llevar a cabo nuestro trabajo. Por un lado, necesitábamos ampliar de inmediato nuestras actividades para poder responder a un gran número de necesidades que no solo incluían el tratamiento de traumatismos físicos y mentales relacionados con la guerra, sino también condiciones preexistentes, como enfermedades no infecciosas, y tuvimos que adaptarnos a la situación cambiante y a los frentes de combate que se movían rápidamente. Por otro, tuvimos que equilibrar nuestra ambición de brindar atención donde más se necesita y el deber de garantizar la seguridad de nuestro personal, incluido el gran número de compañeras y compañeros ucranianos que habían sido desplazados.
Para hacer frente a estos desafíos, ideamos nuevas formas de acercarnos lo más posible a las personas. Utilizamos trenes médicos que fueron especialmente diseñados para transportar a los pacientes lejos de las zonas de peligro, pusimos en marcha clínicas móviles en refugios para personas desplazadas y en estaciones de metro, donde la gente se resguardaba de las bombas que caían indiscriminadamente, y abrimos líneas telefónicas directas de atención para abordar consultas de enfermedades no infecciosas.
El impacto duradero de la pandemia de la COVID-19
A principios de 2022, cuando comenzaba el tercer año de la pandemia, nuestros equipos seguían respondiendo a casos de COVID-19 en muchos lugares. Continuamos ofreciendo tratamiento en países como Irak y Eswatini, y administrando vacunas en Líbano, Sudáfrica y Uganda.
Mientras tanto, en nuestra Campaña de Acceso se destacó la necesidad de una exención del derecho de propiedad intelectual que facilitaría una mayor y más rápida producción de vacunas para esta pandemia y para pandemias futuras. Aunque nuestra respuesta a la pandemia de la COVID-19 disminuyó a lo largo del año, nuestros equipos trabajaron para abordar los estragos que la pandemia había provocado en las personas y en los sistemas de atención médica, como brotes de enfermedades prevenibles en muchos países por la falta de vacunación rutinaria.
Reaparición del cólera
En 2022, hubo una reaparición extraordinaria del cólera. Se registraron casos o brotes en 30 países. MSF dimos respuesta a esta enfermedad altamente contagiosa en al menos 10 países, incluidos Nigeria, Siria, Camerún, Níger, Líbano, República Democrática del Congo y Kenia. Distintos factores, como los desastres naturales, el cambio climático, la escasez de agua y las crisis humanitarias (conflictos, entre otros), contribuyeron al aumento mundial de casos.
En Haití, después de tres años sin casos, se produjo un gran brote a finales de septiembre. A punto de terminar el año, se habían registrado más de 15.000 casos y la gran mayoría se habían tratado en nuestros centros sanitarios. También apoyamos los esfuerzos de vacunación contra brotes.
Debido a la escasez mundial de vacunas contra el cólera, el Grupo de Coordinación Internacional, en el que MSF participamos como miembro, tomó la decisión sin precedentes de recomendar temporalmente una estrategia de vacunación de una sola dosis, en vez de la estrategia usual de dos, para ayudar a proteger a más personas contra la enfermedad.
La crisis climática deja huella
Una vez más, en 2022 ayudamos a las personas afectadas por desastres naturales, como las inundaciones en Sudán del Sur y Sudáfrica, la sequía en Somalia y los ciclones en Madagascar y Filipinas.
En enero, nuestros equipos proporcionaron tratamiento a niños con desnutrición en los alrededores de N'Djamena, Chad, en lo que para algunos fue la temporada de lluvias más corta y seca que recuerdan. Sin embargo, en la misma zona varios meses después, en agosto, las lluvias estacionales atípicamente intensas desbordaron los ríos, lo que provocó inundaciones que desplazaron a miles de personas.
En junio, Pakistán fue arrasado por fuertes inundaciones que dejaron a un tercio del país bajo el agua. Algunas áreas continuaban inundadas más de tres meses después. La devastación desplazó a más de 30 millones de personas y dejó un saldo de miles de muertes y personas heridas. En respuesta, nuestros equipos proporcionaron apoyo médico y nutricional, así como servicios de agua y saneamiento a gran escala en las provincias de Sindh y Baluchistán.
Hacia finales de año, comenzamos a trabajar en Kiribati para mejorar la atención médica materna. En particular, el diagnóstico y el tratamiento de la diabetes, una enfermedad que prevalece en esta nación insular del Pacífico y donde el aumento del nivel del mar ha erosionado y salinizado la tierra que se usa para cultivos.
Aumento de casos de desnutrición
Proporcionar tratamiento a una gran cantidad de niños con desnutrición fue otro de los enfoques de nuestras actividades del año. Como con el cólera, las causas de la desnutrición son complejas y multifactoriales e incluyen sequía, malas cosechas, colapso de los sistemas económicos y de salud, conflictos y aumento de los precios de los alimentos. Algunos de estos factores, o una combinación de ellos, contribuyeron a provocar los alarmantes niveles de desnutrición que vimos a lo largo del año en Nigeria, Etiopía, Kenia, Afganistán, Chad y Yemen.
En Baidoa, Somalia, donde la sequía prolongada se ha agravado por un conflicto de larga duración y una respuesta humanitaria inadecuada, en ocasiones nuestros equipos atendieron a 500 niñas y niños con desnutrición aguda a la semana.
Expulsión de migrantes
La Agencia de la ONU para los Refugiados, ACNUR, estimó que aproximadamente 100 millones de personas se encontraban desplazadas a la fuerza en todo el mundo en 2022. Algunas personas quedaron atrapadas en un impasse en las fronteras entre Bielorrusia y Letonia; y Lituania y Polonia, donde sufrieron constantes y, con frecuencia, violentas expulsiones. Desde principios de año y debido a las políticas hostiles que restringían nuestro acceso, tuvimos que luchar para conseguir ayudar a las personas que se encontraban en esas zonas. Sin embargo, la escalada de la guerra en Ucrania, a finales de febrero, reveló un doble criterio en las políticas migratorias europeas, ya que a millones de ucranianos, que huían del conflicto como lo hacían muchas personas varadas en la frontera de Bielorrusia, les facilitaron rápidamente la entrada, en condición de personas refugiadas, a los países de la Unión Europea.
Las personas refugiadas y migrantes que llegan a la frontera norte de México siguen siendo rechazadas por Estados Unidos de acuerdo con el Título 42, una política que tiene ya décadas, pero que se ha aplicado con más frecuencia desde marzo de 2020 para regular los cruces fronterizos bajo la premisa de tener que tomar más medidas de prevención a causa de la pandemia de la COVID-19. Mientras tanto, miles de migrantes que se dirigían a la costa mediterránea del norte de África (o que huían de los peligros de Libia) fueron expulsados de Argelia a Níger y fueron abandonados en la frontera en medio del desierto.
Las expulsiones también continuaron en el mar. En septiembre, Malta obligó a un barco a llevar a Egipto a las personas rescatadas de su zona de búsqueda y rescate en el Mediterráneo central, lo que violaba claramente el derecho marítimo e internacional.
En los cinco años transcurridos después de la huida de más de 750.000 rohingya del estado de Rakhine, en Myanmar, la vida de esta minoría perseguida no ha mejorado en el país debido a una violencia indescriptible. Aquellos que llegan en barco para buscar seguridad en Malasia han sido expulsados por la fuerza al mar o arrestados, encarcelados y acusados. En Bangladesh, los rohingya viven en condiciones de hacinamiento e insalubridad y un millón de personas ha visto gravemente restringidos sus derechos para trabajar y moverse por el campamento, lo cual aumenta la angustia de la gente.
Éxitos en relación con la TB, pero los desafíos continúan
A finales de año, New England Journal of Medicine publicó los resultados de nuestro ensayo clínico de TB-PRACTECAL, en el que se comprobó la eficacia y la seguridad de un plan de tratamiento totalmente oral de seis meses contra la tuberculosis resistente a los medicamentos (TB-DR). Con este plan se curó al 90 % de los pacientes, que es una mejora significativa con respecto a los tratamientos estándares anteriores, que generalmente se completaban en dos años y con los que solo aproximadamente la mitad de los pacientes se curaba. Este plan se ha incluido en las directrices actualizadas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el tratamiento contra la TB.
La ampliación de los planes totalmente orales y más cortos será fundamental para que las personas reciban tratamiento y se curen. Sin embargo, esto solo puede suceder si los medicamentos que se usan en esos planes son asequibles. Los costes de la bedaquilina y la delamanida, que se utilizan en nuestros ensayos clínicos de PRACTECAL o en los ensayos de endTB y endTB-Q, siguen siendo demasiado elevados para que puedan utilizarse a gran escala en muchos países que tienen una gran cantidad de casos, por lo que los costes deberían reducirse.
Como con PRACTECAL, los ensayos de endTB y de endTB-Q también intentan crear planes de tratamiento más cortos, más seguros y más eficaces, incluso en pacientes menores de edad. Esto es doblemente importante tras el nuevo algoritmo recomendado por la OMS para diagnosticar la TB en niños.
El impacto de la retórica anti-ONG sobre las actividades de MSF
En algunas partes del mundo, nuestros equipos siguieron enfrentándose a los efectos de la retórica antiterrorista y anti-ONG. Cuatro colegas de nuestro equipo de la región suroeste de Camerún fueron arrestados y acusados de complicidad con los secesionistas por trasladar en una ambulancia al hospital de Mamfe a un paciente con una herida de bala. Pasaron entre 10 meses y poco más de un año en prisión antes de ser absueltos por el tribunal a finales de diciembre. Debido a la falta de garantías para nuestra seguridad, fue nuestra obligación primero suspender y después cerrar nuestro proyecto en Mamfe, lo que disminuyó aún más la disponibilidad de atención médica en una zona con numerosas necesidades.
El acceso a la atención médica siguió siendo un problema en Tigray y en otras partes de Etiopía el año posterior al asesinato de nuestros colegas María, Yohannes y Tedros, en junio de 2021. Desde entonces, hemos intentado entender de manera incansable y al completo las circunstancias que hubo detrás de lo que les ocurrió a nuestros compañeros, así como obtener un reconocimiento de responsabilidad por los hechos que dieron lugar a los asesinatos. A pesar de la fuerte inversión realizada en el compromiso bilateral con las autoridades, la falta de progreso para obtener respuestas sustanciales llevó a MSF España a retirarse del país.
En Afganistán, el Emirato Islámico de Afganistán (también conocido como Talibán) siguió privando de libertades a las mujeres un año después de retomar el poder en agosto de 2021. En diciembre, se emitieron edictos que restringían el acceso de niñas y mujeres a la educación y prohibían a las mujeres trabajar en ONG, con una exención informal para las mujeres que trabajan en la atención médica. Si bien podemos mantener a las mujeres en nuestros equipos (por ahora), la situación a largo plazo nos preocupa profundamente, ya que las estudiantes de medicina no podrían completar su educación para convertirse en médicas, enfermeras o especialistas, profesiones que el sistema de salud del país tanto necesita con urgencia.
Nuestros equipos han sido testigos de la criminalización de la prestación de ayuda en algunos lugares, incluidos Malí y Níger. Esto ha hecho que sea extremadamente difícil llegar a las personas atrapadas en medio del conflicto en la región fronteriza con Sahel de Níger, Malí y Burkina Faso.
Nuestro trabajo tiene riesgos, ya que nuestro personal trabaja bajo la amenaza de ataques, secuestros o detenciones. A pesar de los desafíos en esta parte de la región de Sahel y en otros lugares en los que trabajamos en 2022, nuestros equipos lograron proporcionar atención vital a millones de personas. Pero este trabajo no hubiera sido posible sin el apoyo de nuestros casi siete millones de donantes, a quienes se lo agradecemos profundamente.
*De Ahmed Abd-elrahman, Dr. Marc Biot, Akke Boere, Dr. Sal Ha Issoufou, Kenneth Lavelle, Isabelle Mouniaman y Teresa Sancristoval.