41
41
Según el Informe Mundial sobre la Tuberculosis publicado en 2018 por la Organización Mundial de la Salud, Bielorrusia es uno de los países con mayor carga de TB-MDR del mundo.
En 2018, seguimos trabajando junto al Ministerio de Salud en tres centros de tratamiento de la TB: en un dispensario de Minsk, en el hospital especializado de la ciudad de Volkovichi (región de Minsk) y en una cárcel de Orsha. En esta prisión, dimos tratamiento a 22 convictos con TB resistente; seis de ellos tenían además una infección concomitante de hepatitis C y les administramos unos medicamentos nuevos, cuya tasa de curación alcanza el 95%.
Nuestro programa en Minsk se centra en mejorar la adherencia al tratamiento de los pacientes con problemas de consumo de alcohol o pertenecientes a colectivos marginados. Desde un enfoque centrado en el paciente, dimos asistencia psicosocial para favorecer que el tratamiento se cumpla y realizamos 2.225 consultas en 2018.
Al final del año, 59 pacientes con TB-DR recibían tratamiento con nuevos regímenes a base de bedaquilina o delamanida, dentro del estudio de observación de endTB, una alianza internacional que busca tratamientos más cortos, menos tóxicos y más eficaces. El objetivo nacional planificado en 2015 (122 personas en tratamiento) se alcanzó en 2018 tras la incorporación al programa de 41 nuevos pacientes.
En 2018, también comenzamos a reclutar a pacientes bielorrusos para el pionero ensayo TB Practecal, que busca regímenes de tratamiento más cortos de la TB-MDR. Al acabar el año, había 20 pacientes en este ensayo.
La historia de Alyona y Vadim
Vadim, de 29 años, y Alyona, de 19, se conocieron cuando ambos estaban en tratamiento para la tuberculosis en Minsk. Ahora viven juntos en un apartamento de alquiler y siguen su tratamiento en ambulatorio. Van juntos al dispensario a recoger la medicación.
“Seguimos en tratamiento y tenemos que trabajar de lo que sea, no podemos trabajar en lo que nos gusta”, dice Vadim. “Estoy constantemente buscando trabajo –dice–. Pero hace un año los dos estábamos en el hospital y ahora vivimos juntos y vivimos mejor que nuestros padres. Nunca hay que rendirse”.
Los padres de Alyona también contrajeron la tuberculosis. Su madre se curó, pero su padre falleció. Bebía y no se tomaba en serio el tratamiento. Cuando por fin se decidió a curarse, los medicamentos ya no le hicieron efecto.
“Cuando me dijeron mi diagnóstico, no lloré, no reaccioné, no lo comprendía, solo sentía como un vacío”, recuerda Alyona. “Sabía que podía infectarme, pero no me importaba, no quería estar seis meses sin ver a mi madre”.
Vadim es de Baranovichi y allí empezó su tratamiento. Le diagnosticaron tuberculosis y diabetes al mismo tiempo.
“Cuando me dijeron que tenía tuberculosis resistente, pensé que era el final –explica–. Me dijeron que estaban probando nuevos medicamentos en un hospital de Minsk. Pensé que, si el tratamiento normal eran tan duro, lo de Minsk iba a ser una tortura. Pero no tenía otra alternativa. Resulta que había mucha gente joven en el hospital, así que la vida era completamente diferente”.
“Alguien me dijo que enfermar era un regalo. Que Dios hace que te veas desde fuera. Cuando ahora recuerdo alguno de esos momentos, comprendo que fue una lección”, dice Vadim.